“El aprendizaje del arte de vivir,
ha de conducir a la bondad y a la felicidad,
en sus dominios no hay lugar para la limitación,
esa limitación que el temor es capaz de engendrar,
condicionando la mirada limpia de la realidad de la vida”
J. Krishnamurti
ha de conducir a la bondad y a la felicidad,
en sus dominios no hay lugar para la limitación,
esa limitación que el temor es capaz de engendrar,
condicionando la mirada limpia de la realidad de la vida”
J. Krishnamurti
¿Qué es el Budo sino un sistema educativo? Estudiamos largos años estas formas de Arte para comprender, finalmente, que en su esencia se encontraba nuestro propio descubrimiento. Si hacia alguna parte ha de dirigirse la Educación, esa dirección ha de ser la Totalidad.
Contemplando desde esa óptica el horizonte de la Vida, el valor del Conocimiento y nuestra situación en el mundo, podremos considerarnos Seres Humanos educados.
De entre todos los grandes educadores que gestó el siglo XX, rescataremos a uno singular: Jiddu Krishnamurti. Pretendiendo extrapolar sus conceptos a nuestro mundo del Budo haremos un viaje hacia la singularidad que supusieron sus Ideas, un reflejo de su propia experiencia vital.
Primeros años
Controvertido, apasionado en la exposición y aplicación de sus ideas, hombre de larga visión de la Vida, estudioso del comportamiento humano, filósofo y escritor de renombre, Krishnamurti, fue, antes que nada, uno de los más destacados educadores del pasado siglo.
Nacido en la India (Andra Pradesh, 12 de Mayo de 1.895), Krishnamurti había tenido una primera infancia marcada por la difícil situación, política y social, de ese país casi imposible.
Contemplando desde esa óptica el horizonte de la Vida, el valor del Conocimiento y nuestra situación en el mundo, podremos considerarnos Seres Humanos educados.
De entre todos los grandes educadores que gestó el siglo XX, rescataremos a uno singular: Jiddu Krishnamurti. Pretendiendo extrapolar sus conceptos a nuestro mundo del Budo haremos un viaje hacia la singularidad que supusieron sus Ideas, un reflejo de su propia experiencia vital.
Primeros años
Controvertido, apasionado en la exposición y aplicación de sus ideas, hombre de larga visión de la Vida, estudioso del comportamiento humano, filósofo y escritor de renombre, Krishnamurti, fue, antes que nada, uno de los más destacados educadores del pasado siglo.
Nacido en la India (Andra Pradesh, 12 de Mayo de 1.895), Krishnamurti había tenido una primera infancia marcada por la difícil situación, política y social, de ese país casi imposible.
Su padre, Jiddu Naranniah, había sido funcionario público, al igual que su abuelo, Gurumurti. Su madre, Sanjeevamma, era una mujer devota, caritativa y considerada entre la comunidad como una psíquica, capaz de percibir lo intangible en las personas, cargada de sensibilidad y despierta al mundo sutil. Ella fue quien, antes de nacer, intuyó, en aquel alma que venía a alumbrar, algo de excepcional trascendencia.
No se equivocaría, el pequeño Krishnamurti llegaría a ser un erudito del Conocimiento y un hombre de mentalidad inabarcable.
La historia vital de Krishnamurti está unida a la propia historia de la Sociedad Teosófica, su fundadora, la visionaria Helena Petrovna Blavatsky (1.831-1.891), fue una mujer poco frecuente en la época que le tocó vivir. Rusa de nacimiento, había pasado varios años residiendo en el mismo corazón de Asia: Tíbet. Allí extrajo enseñanzas que comportarían el peso de su filosofía y que cuajarían en la formación, junto al Coronel Henry Steel Olcott (un investigador científico norteamericano), de la Sociedad Teosófica, estableciendo ambos su sede en Adyar, Madrás (India del Sur).
La formación de la Sociedad Teosófica, su desarrollo y elevación, está igualmente ligado a la figura de la insigne Annie Besant (1.847-1.933).
Besant fue durante toda su vida una ferviente defensora de las causas sociales. Llegó a la India en 1.893, con cuarenta y seis años. Desde entonces su razón de ser fue el trabajo y la lucha social, así como la defensa a ultranza de los valores humanísticos que la Sociedad Teosófica proponía, entre ellos el advenimiento de un Maestro, llegado para redimir la Conciencia de la propia Humanidad, un nuevo Salvador, un búdico Maitreya.
Annie Besant había descubierto la Teosofía después de leer la “Doctrina Secreta” de Helena Blavasky. La elocuencia de la que hacía gala en mítines y conferencias públicas, era absoluta. En una de sus numerosas comparecencias populares, un muchacho, de nombre Jawaharlal Nehru, a la postre presidente del país, habría quedado tan deslumbrado que, pidiendo permiso a su padre, el eminente abogado Morital Nehru (antiguo miembro de la Sociedad Teosófica en tiempos de Madamme Blavasky), se uniría de inmediato a la causa común de los teósofos.
Junto a Besant, cabe destacar la figura de Charles Webster Leadbeater (1.847-1.934), un ex-clérigo anglicano, estudioso de la parapsicología y del ocultismo, con facultades psíquicas evidentes. Ambos, Annie Besant y Leadbeater, buscaban un nuevo líder espiritual para la Sociedad, encontrándolo en el joven Krishnamurti.
Un día, de camino al colegio de Mylapore, paseaba Krishnamurti junto a su hermano Nitya por la playa de Adyar, cuando, casualmente, Leadbeater se fijó en ellos. La intuición de Leadbeter no se hizo esperar, advirtiendo en Krishnamurti ese líder esperado, el futuro gran orador y transmisor de las ideas humanísticas y espirituales que la Sociedad iba a necesitar en los tiempos venideros.
Ambos hermanos fueron sacados del confinamiento de la pequeña aldea en la que residían, trasladados a las mansiones que ocupaban, en un lugar privilegiado de Madrás, los miembros de la Teosofía, rodeados de una exquisita educación, tanto clásica como contemporánea, y con disposición a viajar dentro y fuera de la India.
Los primeros años transcurridos en Adyar estuvieron dedicados al cultivo de la educación primaria y a la aproximación y descubrimiento del pensamiento teosófico. Siempre vigilados muy de cerca por Anni Bessant, quien vendría a convertirse en una “Madre” para ambos, esta parte de sus vidas no estuvo exenta de luchas judiciales entre los padres de ambos jóvenes y la propia Besant.
En 1.912 Krisnaji y Nytia dejaron la India con destino Inglaterra: no volverían a su madre patria hasta 1.921. A su vuelta, Krishnamurti, el elegido, el protegido de la Sociedad Teosófica, aquel que vendría a ser, en un futuro próximo, el nuevo Mesías, abandonó, súbitamente, el protectorado que hasta entonces había marcado su vida.
Decía no a su misión, decía no a su rol de Maestro, decía no al stablisment que en torno a él se había engendrado, y se ponía en camino, sólo, para encontrar aquello que verdaderamente sentía dentro de sí. Fue entonces cuando dio comienzo su peregrinaje interior, su movimiento en la realidad del mundo que le tocó vivir, su encuentro con el Occidente americano, su periplo también hacia la concreción de unas ideas educativas revolucionarias, que se verían más tarde plasmadas en los colegios que fundara en Europa, India y los USA.
La Educación
Por encima de todas las actividades propias del Ser Humano, sitúa Krishnamurti a la Educación. La globalidad de la palabra conduce hacia el Conocimiento -tanto interior como exterior- de la realidad del propio individuo. La coexistencia del aprendizaje teórico de la materia, de las ideas acerca del pasado histórico de los pueblos, de la arquitectura del lenguaje, del incisivo análisis matemático o de la esencia científica de la biología, se aunarían con la interiorización individual, con la capacidad de permanecer en absoluto silencio, con el entendimiento de la responsabilidad, de la bondad, con la ausencia de temor, con la disponibilidad hacia la meditación o la escucha.
Ambos pilares deberían ser la piedra angular sobre la que construir una verdadera Educación.
Krishnamurti nos pone en evidencia ante la actual tesitura: el acúmulo de información no es Educación. Para nuestro educador, el verdadero destino de la Educación ha de ser la Libertad.
Un ser humano educado será siempre un ser humano libre. La dirección de la enseñanza habrá de facilitar la libertad de pensamiento, palabra y acción. La clarividencia del educado es notablemente superior a la de aquel otro carente del conocimiento final de su propio destino.
Por tanto, los educadores han de prestar atención primordial a indagar en el impulso natural hacia el que un estudiante dirige sus energías.
La figura del Maestro-Guía, es tremendamente contrapuesta al pensamiento de Krishnamurti. El Maestro, en su concepción, debe ser alguien capaz de mostrar un camino dentro del alumno, un abridor de puertas, un ser humano dispuesto a trabajar tanto consigo mismo como con sus alumnos.
El Maestro comparte una búsqueda con sus discípulos, acompañándoles y haciéndoles descubrir, y asumir libremente, la oportunidad que una Educación integral supone en sus vidas.
La obediencia, la sumisión, el pretendido respeto carente de análisis e impuesto por una autoridad, resta al alumno y lo limita, entorpeciendo la vitalidad de su conocimiento.
¿Cómo hacer comprender al alumnado la obligatoriedad del respeto, de la consideración, del valor final de la enseñanza del maestro?. ¿Entenderá el Maestro que también él es un ser humano en evolución?. A esta pregunta podrá contestar, con toda seguridad, la Naturaleza cultivada y crecida de un verdadero Maestro, quien no se sentirá obligado a imponer un criterio, pues su saber estar y su entendimiento vital le situarán ante el alumno en el justo lugar que le corresponde.
La disciplina es el aprendizaje, el autoconocimiento, no una orden imperativa o el bloqueo de la propia libertad.
Ningún conocimiento verdadero puede llevarse a efecto si la capacidad de la atención no ha sido descubierta.
Krishnamurti propone a los estudiantes el silencio interior para poder percibir las sutilezas de la propia Vida. La Naturaleza, manifestándose con toda su Belleza ante nosotros, no puede advertirse en su magnitud sino es en un estado de quietud, un estado sin prejuicio, un estado permeable a la emoción, a la sensibilidad, a la Belleza.
Este estado es en sí mismo una meditación, una búsqueda de la simplicidad dentro de un mar de pensamientos que invaden cualquier mente humana.
La atención hacia los elementos naturales ha de extender sus tentáculos hacia la atención, también, de las palabras, intenciones e interioridades de los demás seres humanos, alejando las tentativas de mostrar como único eje el propio criterio.
La naturaleza del miedo es minuciosamente observada por Krishnamurti. El alumno no puede descubrirse a sí mismo, ni al mundo que le rodea si es con una carga de temor. El miedo ha de comprenderse y, una vez comprendido, desaparecer.
Las comparaciones y la competitividad son, en muchos casos, las verdaderas responsables del miedo. El aprendizaje del arte de vivir, ha de conducir a la bondad y a la felicidad, en sus dominios no hay lugar para la limitación, esa limitación que el temor es capaz de engendrar, condicionando la mirada limpia de la realidad de la vida.
La Escuela, el catalizador de la realidad, es un lugar sagrado; el oficio de enseñar, también.
A ello dedicó Krishnamurti gran parte de su inagotable energía. Habló del concepto de tradición y de la necesidad de una revolución constructiva en torno a ella, investigó el fenómeno de la violencia, estableció puentes hacia la consecución de la bondad y la responsabilidad, intuyó el problema del nacionalismo y vaticinó en él un serio inconveniente futuro para la paz de los pueblos, abarcó el mundo sutil de la meditación, analizó los patrones culturales de los pueblos, haciéndonos comprender las claves de la Felicidad: la base final de su cultura educativa.
El 10 de Enero de 1.986, Krishnamurti dio su último paseo por las playas de Adyar: aquel lugar que habría supuesto el principio de su epopeya hacia el Conocimiento.
Dejó la India, encaminando sus pasos hacia el país que lo acogió durante la mayor parte de su vida: los Estados Unidos de América.
De nuevo instalado en el que había sido su hogar, el Valle de Ojai, en California, pasó, rodeado de sus más íntimos, sus últimos días. El 16 de Febrero de 1.986, después de decir adiós a las montañas que tanto había amado, Krishnamurti abandonó este mundo, dejando tras de sí una vida sembrada de Conocimiento, y una obra que es y será referencia para todos aquellos que pretendan ahondar en la esencia misma de la Naturaleza del ser humano.
Lecturas recomendadas:
- Cartas a las Escuelas 1 y 2. Ed.: Edhasa.
- Principios del Aprender. Ed.: Edhasa.
- Krisnamurti y la Educación. Ed.: Edhasa.
- Tradición y Revolución. Ed.: Edhasa.
- Krisnamurti: Biografría. Autora: Pupul Jajakar. Ed.: Sirio
Pedro Martín