Introducción
En 1919 el Japón sale apenas de la era Meiji y el emperador que reina en esta época con el nombre de YOSHIHITO inaugura la era TAISHO.
Pero reinará poco tiempo, a causa de la enfermedad y morirá en 1926. Su hijo HIRO-HITO es proclamado Emperador, empezando el gran periodo de SHOWA, sumergiendo Japón en el era moderna.
Durante este mismo periodo de tiempo, en los confines de la península de Kii, en la provincia de Kishu, poco tocado aún por la moda occidental, la pequeña ciudad de Shingu vive y prospera como en el periodo MEIJI y en una familia samurai, nace el 14 de julio de 1919 un niño llamado Michio.
El Hombre de Shingu
HIKITSUCHI Michio, nacido bajo el signo de fuego y del agua, tiene una infancia movida y marcada por la desaparición de su madre cuando tiene dos años y por la de su padre a los siete.
Encontrándose huérfano, su abuela lo acoge y el joven Michio aprenderá desde su tierna infancia los rigores de una educación sin debilidades, una educación severa, hecha de austeridad y de ejercicios aptos a endurecer su cuerpo y su alma de niño.
La educación de los niños de familias acomodadas prometidos a una vida marcial, estaba basada en esta época en la severidad y el rigor inculcados desde la era MEIJI, no habiendo cambiado mucho en este primer cuarto de siglo.
La abuela de HIKITSUCHI Michio era ella misma Sensei de naginata y había aprendido, como la mayoría de las mujeres en las familias samurai, a manejar muy pronto un arma temida, medio lanza y media hoz, con el filo afilado como un sable y que permitía cortar de un sólo golpe los jarretes de los caballos.
Es ella quien se encarga de la educación del joven Michio y deseando verle en un buen camino, le incita a iniciarse en la práctica y ejercicio del budo.
En 1933, gracias a su abuela, HIKITSUCHI Michio, cumplidos los catorce años, conoce al Maestro UESHIBA. Este encuentro será decisivo para la definitiva orientación de la vida del joven Michio en la vía del Budo.
Durante estos años profundiza en una verdadera iniciación a las artes marciales. Aprende Judo, Karate, Kendo, Yari, el Arte de la Lanza, el Iai, el arte de desenvainar el sable, el lanzamiento de armas, y para acabar, el arte de montar a caballo, el Bo-Jutsu.
Pero la educación de un samurai del siglo XX no estaría acabada si no incluyera el aprendizaje de las Bellas Artes que son el Japón arte de vida.
Así, HIKITSUCHI Sensei practicará durante años la caligrafía, el arte de la ceremonia del té, y también lo que es más raro, tocará un instrumento tan bello como extraño: el koto, una especie de arpa horizontal con 13 cuerdas, de sonido vibrante y quejumbroso. Tocará a menudo en público, acompañado por otros instrumentos tradicionales.
Esta educación, perfecta a nivel de las artes, no dejará de lado la vida espiritual. Así mucho más tarde, al lado de O'Sensei, HIKITSUCHI Sensei, retomará y profundizará el estudio de las religiones y la Filosofía.
La parte más importante será la dedicada al estudio de la mitología japonesa (Kojiki, Nihon-Shoki) y la práctica de los rituales de purificación (haraï, misogi), así como las oraciones (norito), estos importantes estudios del antiguo shinto serán de gran importancia para comprender el origen divino del Aikido.
Cuando estalla la guerra en el Pacífico, HIKITSUCHI Michio recibe la tarea de enseñar el budo a los jefes del ejército.
La ciudad de Tokio será bombardeada, las casas de madera y de papel incendiadas y sus habitantes masacrados bajo las bombas incesantes de los bombardeos B-29. Tokio quedará prácticamente destruido, barrios enteros quemarán durante días y días, y los habitantes, intentando huir de este horno se tirarán al río Sumida. Habrá más de 200.000 víctimas.
Durante este terrible periodo, el Maestro UESHIBA se retira lejos de Tokio con su familia. Se instala en Iwama, en la región de Ibaraki y allí se dedica a la agricultura, trabaja la tierra con sus manos y se dedica sobre todo a entrenar.
Al acabar la guerra, las Fuerzas de Ocupación Americana llegan a la conclusión que para la supervivencia y el porvenir del Japón dos cosas son esenciales: la perpetuidad de la identidad imperial y dejar vivir el alma del Japón que se encarna en el shinto y en el budo.
El Aikido considerado al margen de los otros budo antes de la guerra, fue el primero que retorno. A partir de esta época había entrenos en Shingu, impulsados por el Maestro UESHIBA, la gente al no disponer de dojo, se entrenaba en cualquier sitio, almacenes, diques a orillas del río o en la acogedora trastienda de un vendedor de sake.
HIKITSUCHI Sensei explica como fue el reencuentro con O'Sensei después de la guerra, y como se tomó la decisión de construir un verdadero dojo en Shingu.
"Después de la derrota del ejército americano había prohibido los Budo tradicionales, pero a medida que la sociedad se estabilizaba, se desarrollaban de nuevo, rápidamente. En esta coyuntura, después de la derrota, se retornó el Aikido en primer lugar en nuestra región de Kumano".
"Recuerdo que hacía mucho frío este día, lo que es raro en esta región de Shingu. O'Sensei me llamó por teléfono y me pidió de ir enseguida a verle en el hotel Koshinoyu, en Kii-Katsura.
Estaba al mismo tiempo muy emocionado y sorprendido, puesto que no sabía nada de O'Sensei desde hacía mucho tiempo, ¡tanto que ya le daba por muerto! Y he aquí como O'Sensei estaba en Kumano. Estaba muy emocionado y mi mano temblaba de emoción sosteniendo el teléfono".
"Después de colgar me lancé con mi motocicleta a toda velocidad hacia Kii-Katsura, al hotel Koshinoyu. Las primeras palabras de O'Sensei al verme fueron: "¿cómo estás Michio San?" a pesar de su edad (cerca de setenta), su cuerpo entrenado y fortalecido por el budo no mostraba ninguna debilidad, ningún declive y su serenidad tampoco había cambiado en estos diez años".
"Me embargo una gran alegría riéndome en tan buena salud que no pude contestar enseguida.
O'Sensei me dijo entonces: "Bien, Michio San, el general MAC-ARTHUR ha dicho que sólo podemos practicar Aikido; Michio San, eres como yo, has nacido para hacer Budo; así pues, sigue el camino del Budo toda tu vida. ¿No puedes montar un dojo en Shingu?".
"Esta noche hemos hablado toda la noche...".
“O'Sensei me dice que el Aikido no debe de ser el Budo de la destrucción. Debemos crear el Budo que construya una nueva época, basándose en el espíritu de la armonía, la unión, el espíritu de Wa-Go".
"Es decir, debemos crear el paraíso terrenal, establecer la idea de una gran familia, con un espíritu de Amor que manifiesta la Armonía del Universo. Te pido, pues Michio San, de seguirme con firme voluntad".
En la ciudad de Shingu había muchas personas interesadas en continuar practicando el Aikido. Será el señor KUBOKATSU Yoshihiro, uno de los más antiguos alumnos de Shingu y el primero que había estudiado con O'Sensei quién dará el impulso necesario para poder construir el primer dojo.
El lugar escogido era junto a la casa familiar de HIKITSUCHI Sensei, al pie de las montañas y no muy lejos de Hayatama Jinja. Pronto se empiezan las obras, después de un gran ritual de purificación en el terreno, con la presencia de O'Sensei recitando los "norito" y haciendo las ofrendas de ramas de sakaki junto a HIKITSUCHI Sensei.
A finales de 1.952 el dojo está casi acabado. Es un dojo bastante pequeño, de corte tradicional en madera, con grandes aberturas que permiten tan sólo una vista parcial hacia el exterior, con 21 tatamis. Está rodeado por pequeñas casitas de madera y la entrada da a una calle todavía sin asfaltar.
El Dojo se va desarrollando. HIKITSUCHI Sensei da clases a los numerosos estudiantes de las escuelas, vestidos con sus trajes sobrios y con sus pequeños gorros. Es el uniforme que los estudiantes llevaban ya durante la época Meiji y que no ha cambiado.
HIKITSUCHI Sensei recibe la misión de dar a conocer el Aikido de O'Sensei al mayor número posible de personas, haciendo demostraciones en los lugares más variados, cursos en las escuelas, salas municipales, en el recinto de los templos.
A veces HIKITSUCHI Sensei es invitado para que realice él sólo una demostración de sable y una ceremonia de purificación. Fue entonces, en la parte separada de una santuario, HIKITSUCHI Sensei, que es octavo dan de Iaido, ejecuta con el sable una impresionante serie de kata.
Esta es la vida de HIKITSUCHI Sensei, marcada por el ritmo de las distintas ceremonias según las estaciones, por las demostraciones, los viajes que lleva a cabo a lo largo de los años. La frontera del tiempo, como una constante de lo inmutable y lo no permanente, no existe ya entre lo que era hace más de 20 años en Shingu y lo que es hoy en día.
Pero algunos negros nubarrones aparecen en el horizonte de su vida y es a principios de 1.988 cuando estalla el trueno de una noticia alarmante.
Los médicos detectan a HIKITSUCHI Sensei el principio de una terrible enfermedad que le aflige y le hace adelgazar. Cada vez se siente con menos fuerzas para llevar a cabo sus actividades. Decide operarse durante el mes de agosto.
A partir de este momento es como si el dojo entrase en tinieblas, en una especie de eclipse. Las personas están tristes y aunque los entrenamientos de Aikido siguen realizándose, falta el corazón.
Después de tres meses de convalecencia en el hospital de Osaka, Hikitsuchi Sensei vuelve a su casa para aprender a vivir casi como antes. Con gran sorpresa por parte de todos, retornara al entreno de Aikido a principios del año 1989, va recuperando fuerzas y todo parece ir bien.
Pero en octubre de 1989 aparecen nuevos síntomas inquietantes que hacen temer una nueva recaída. Pasan los primeros meses de 1.990, ha adelgazado mucho y su salud es preocupante. Durante el mes de junio los médicos no le dan más de tres días de vida si no se opera enseguida y durante 48 horas nadie puede decir si HIKITSUCHI Sensei pasará este trance y saldrá de la fase crítica.
Mientras tanto en Francia y Suiza los alumnos que han trabajado con él o en su dojo están al corriente de lo que ocurre y una gran oleada de buenos pensamientos y de deseos de un pronto restablecimiento le reconforta y sostiene desde lejos.
Todos preguntan por él y piensan que la situación mejora.
Un mes después, a finales de julio, HIKITSUCHI Sensei se halla de nuevo en su dojo y vigila el entrenamiento de los franceses que realizan un curso en Shingu. Y todos constatan al cabo de un mes de la segunda operación, una mejora. HIKITSUCHI Sensei enseña otra vez y una nueva energía habita en el dojo, con el entusiasmo de los alumnos y de los veteranos del dojo.
La Elección de O´Sensei
"Te lo he dado todo, Michio San,
Hoy te doy el 10º dan.
¡Agárrate!".
Morihei UESHIBA
La elección de O'Sensei Morihei UESHIBA es ante todo la elección del lugar, del alma y del corazón.
La elección del lugar, debido a que, por el hecho de haber nacido, O'Sensei se consideraba "Hijo de Kumano", ya que sus padres habían realizado varias peregrinaciones al Kumano Hongu de Taïsha, pidiendo el nacimiento de un hijo.
Durante toda su vida O'Sensei ira a Kumano, para orar, entrenarse y practicar el Aikido, en el marco incomparable de los santuarios naturales, de árboles milenarios, donde los templos se entrelazan con el bosque, con su arquitectura de madera virgen.
HIKITSUCHI Sensei habla fácilmente de sus recuerdos de los entrenos con O'Sensei. Son momentos que viven todavía en la memoria del cuerpo y del corazón. Cuando habla de ellos, a menudo su mirada es interior. No ha olvidado ninguno de los momentos pasados al lado de O'Sensei.
A veces O'Sensei despertaba a sus discípulos a media noche para entrenar y practicar el ken.
HIKITSUCHI Sensei cuenta: "Un día, en el mes de agosto de 1.957, hacia las 24 de la madrugada, O'Sensei me llamó al dojo. Allí estaba, sosteniendo un espléndido boken, regalo del doctor OKAWA Shimei. O'Sensei lo apreciaba mucho. Estaba allí, frente a él, sosteniendo un boken de madera de níspero, hecho por el propio O'Sensei.
Entonces O'Sensei me dijo: "atácame cuando quieras si ves el momento oportuno".
"Después de muchos movimientos hubo un momento en que comprendí, por el sentimiento y por el sonido que algo me había ocurrido. ¡Había curvado el boken de O'Sensei!".
"Y entonces él me dijo: "¡Basta ya!". El boken de O'Sensei estaba roto, ¡un buen trozo de la punta! Empecé a buscar el trozo por todas partes, sin encontrarlo.
De repente, O'Sensei me dijo: "¿qué buscas? ¿es eso? Y diciendo esto, saca del interior de su chaqueta el trozo de boken, que había tocado exactamente el sitio de su corazón!".
La vida de HIKITSUCHI Sensei no es un largo río tranquilo. Discípulo próximo de O'Sensei. Personaje fuera de lo común, tan profundamente Japonés, su vida entera, marcada por los duelos y el dolor de pruebas físicas y morales intensas. Cuando O'Sensei le dice al otorgarle el 10º dan: "¡Agárrate, Michio San! es con una premonición de las pruebas que deberá afrontar.
No es 10º dan el que quiere serlo. Es el resultado de los años pasados junto a O'Sensei, divididos entre momentos de intensa emoción pero también años de sacrificios. Durante todos estos años HIKITSUCHI Sensei estará siempre al lado de O'Sensei cada vez que vendrá a la región de Kumano. El hecho de estar cerca de él, seguirle en sus viajes, ayudarle a subir las escaleras del templo, todos estos detalles y atenciones enraizarán una relación de corazón a corazón, una manera simbiótica de recibir una verdadera educación.
El 9 de enero de 1969 (Showa 44), durante el último viaje a la región de Kumano que él tanto quería, O'Sensei convoca a 5 testigos, uno de ellos era el señor KUBOKATSU, el primero de sus fieles alumnos de Shingu. Dice entonces a HIKITSUCHI Sensei: "Michio San, te lo he dado todo, todo lo que sabía, hoy te doy el 10º dan ¡Agárrate!".
Con la voz llena de emoción HIKITSUCHI Sensei recuerda esos momentos como si hubiesen ocurrido ayer.
"O'Sensei era para mi un maestro insustituible. Era también mi padre. Mientras vivía creí que había entre nosotros un profundo vínculo que debía existir ya antes de nacer. Cuando me acuerdo, me embarga una gran gratitud hacia O'Sensei. Nunca olvidaré estos momentos".
Tampoco podré olvidar las últimas horas vividas al lado de O'Sensei durante las últimas semanas de su vida en abril de 1969.
Durante todo un mes, HIKITSUCHI Sensei estará al lado de su Maestro, ayudándole en las oraciones, cuidando de él en todo momento.
El 25 de abril parece que O'Sensei se encuentra mejor, y tranquilizado, HIKITSUCHI Sensei regresa a su casa en Shingu.
Pero al día siguiente le llaman por teléfono desde el Hombu Dojo en Tokio para darle la noticia: O'Sensei ha marchado para reunirse con sus antepasados. Era el 26 de abril de 1969 a las 5 horas de la mañana.
Poco antes de morir O'Sensei había dejado escrito en su testamento la misión de HIKITSUCHI Sensei: continuar con la enseñanza del Aikido, cuidar con solicitud el Nidaï Doshu y vigilar que los altos grados sean otorgados por su hijo Doshu Kisshomaru UESHIBA y por HIKITSUCHI Sensei.
En 1919 el Japón sale apenas de la era Meiji y el emperador que reina en esta época con el nombre de YOSHIHITO inaugura la era TAISHO.
Pero reinará poco tiempo, a causa de la enfermedad y morirá en 1926. Su hijo HIRO-HITO es proclamado Emperador, empezando el gran periodo de SHOWA, sumergiendo Japón en el era moderna.
Durante este mismo periodo de tiempo, en los confines de la península de Kii, en la provincia de Kishu, poco tocado aún por la moda occidental, la pequeña ciudad de Shingu vive y prospera como en el periodo MEIJI y en una familia samurai, nace el 14 de julio de 1919 un niño llamado Michio.
El Hombre de Shingu
HIKITSUCHI Michio, nacido bajo el signo de fuego y del agua, tiene una infancia movida y marcada por la desaparición de su madre cuando tiene dos años y por la de su padre a los siete.
Encontrándose huérfano, su abuela lo acoge y el joven Michio aprenderá desde su tierna infancia los rigores de una educación sin debilidades, una educación severa, hecha de austeridad y de ejercicios aptos a endurecer su cuerpo y su alma de niño.
La educación de los niños de familias acomodadas prometidos a una vida marcial, estaba basada en esta época en la severidad y el rigor inculcados desde la era MEIJI, no habiendo cambiado mucho en este primer cuarto de siglo.
La abuela de HIKITSUCHI Michio era ella misma Sensei de naginata y había aprendido, como la mayoría de las mujeres en las familias samurai, a manejar muy pronto un arma temida, medio lanza y media hoz, con el filo afilado como un sable y que permitía cortar de un sólo golpe los jarretes de los caballos.
Es ella quien se encarga de la educación del joven Michio y deseando verle en un buen camino, le incita a iniciarse en la práctica y ejercicio del budo.
En 1933, gracias a su abuela, HIKITSUCHI Michio, cumplidos los catorce años, conoce al Maestro UESHIBA. Este encuentro será decisivo para la definitiva orientación de la vida del joven Michio en la vía del Budo.
Durante estos años profundiza en una verdadera iniciación a las artes marciales. Aprende Judo, Karate, Kendo, Yari, el Arte de la Lanza, el Iai, el arte de desenvainar el sable, el lanzamiento de armas, y para acabar, el arte de montar a caballo, el Bo-Jutsu.
Pero la educación de un samurai del siglo XX no estaría acabada si no incluyera el aprendizaje de las Bellas Artes que son el Japón arte de vida.
Así, HIKITSUCHI Sensei practicará durante años la caligrafía, el arte de la ceremonia del té, y también lo que es más raro, tocará un instrumento tan bello como extraño: el koto, una especie de arpa horizontal con 13 cuerdas, de sonido vibrante y quejumbroso. Tocará a menudo en público, acompañado por otros instrumentos tradicionales.
Esta educación, perfecta a nivel de las artes, no dejará de lado la vida espiritual. Así mucho más tarde, al lado de O'Sensei, HIKITSUCHI Sensei, retomará y profundizará el estudio de las religiones y la Filosofía.
La parte más importante será la dedicada al estudio de la mitología japonesa (Kojiki, Nihon-Shoki) y la práctica de los rituales de purificación (haraï, misogi), así como las oraciones (norito), estos importantes estudios del antiguo shinto serán de gran importancia para comprender el origen divino del Aikido.
Cuando estalla la guerra en el Pacífico, HIKITSUCHI Michio recibe la tarea de enseñar el budo a los jefes del ejército.
La ciudad de Tokio será bombardeada, las casas de madera y de papel incendiadas y sus habitantes masacrados bajo las bombas incesantes de los bombardeos B-29. Tokio quedará prácticamente destruido, barrios enteros quemarán durante días y días, y los habitantes, intentando huir de este horno se tirarán al río Sumida. Habrá más de 200.000 víctimas.
Durante este terrible periodo, el Maestro UESHIBA se retira lejos de Tokio con su familia. Se instala en Iwama, en la región de Ibaraki y allí se dedica a la agricultura, trabaja la tierra con sus manos y se dedica sobre todo a entrenar.
Al acabar la guerra, las Fuerzas de Ocupación Americana llegan a la conclusión que para la supervivencia y el porvenir del Japón dos cosas son esenciales: la perpetuidad de la identidad imperial y dejar vivir el alma del Japón que se encarna en el shinto y en el budo.
El Aikido considerado al margen de los otros budo antes de la guerra, fue el primero que retorno. A partir de esta época había entrenos en Shingu, impulsados por el Maestro UESHIBA, la gente al no disponer de dojo, se entrenaba en cualquier sitio, almacenes, diques a orillas del río o en la acogedora trastienda de un vendedor de sake.
HIKITSUCHI Sensei explica como fue el reencuentro con O'Sensei después de la guerra, y como se tomó la decisión de construir un verdadero dojo en Shingu.
"Después de la derrota del ejército americano había prohibido los Budo tradicionales, pero a medida que la sociedad se estabilizaba, se desarrollaban de nuevo, rápidamente. En esta coyuntura, después de la derrota, se retornó el Aikido en primer lugar en nuestra región de Kumano".
"Recuerdo que hacía mucho frío este día, lo que es raro en esta región de Shingu. O'Sensei me llamó por teléfono y me pidió de ir enseguida a verle en el hotel Koshinoyu, en Kii-Katsura.
Estaba al mismo tiempo muy emocionado y sorprendido, puesto que no sabía nada de O'Sensei desde hacía mucho tiempo, ¡tanto que ya le daba por muerto! Y he aquí como O'Sensei estaba en Kumano. Estaba muy emocionado y mi mano temblaba de emoción sosteniendo el teléfono".
"Después de colgar me lancé con mi motocicleta a toda velocidad hacia Kii-Katsura, al hotel Koshinoyu. Las primeras palabras de O'Sensei al verme fueron: "¿cómo estás Michio San?" a pesar de su edad (cerca de setenta), su cuerpo entrenado y fortalecido por el budo no mostraba ninguna debilidad, ningún declive y su serenidad tampoco había cambiado en estos diez años".
"Me embargo una gran alegría riéndome en tan buena salud que no pude contestar enseguida.
O'Sensei me dijo entonces: "Bien, Michio San, el general MAC-ARTHUR ha dicho que sólo podemos practicar Aikido; Michio San, eres como yo, has nacido para hacer Budo; así pues, sigue el camino del Budo toda tu vida. ¿No puedes montar un dojo en Shingu?".
"Esta noche hemos hablado toda la noche...".
“O'Sensei me dice que el Aikido no debe de ser el Budo de la destrucción. Debemos crear el Budo que construya una nueva época, basándose en el espíritu de la armonía, la unión, el espíritu de Wa-Go".
"Es decir, debemos crear el paraíso terrenal, establecer la idea de una gran familia, con un espíritu de Amor que manifiesta la Armonía del Universo. Te pido, pues Michio San, de seguirme con firme voluntad".
En la ciudad de Shingu había muchas personas interesadas en continuar practicando el Aikido. Será el señor KUBOKATSU Yoshihiro, uno de los más antiguos alumnos de Shingu y el primero que había estudiado con O'Sensei quién dará el impulso necesario para poder construir el primer dojo.
El lugar escogido era junto a la casa familiar de HIKITSUCHI Sensei, al pie de las montañas y no muy lejos de Hayatama Jinja. Pronto se empiezan las obras, después de un gran ritual de purificación en el terreno, con la presencia de O'Sensei recitando los "norito" y haciendo las ofrendas de ramas de sakaki junto a HIKITSUCHI Sensei.
A finales de 1.952 el dojo está casi acabado. Es un dojo bastante pequeño, de corte tradicional en madera, con grandes aberturas que permiten tan sólo una vista parcial hacia el exterior, con 21 tatamis. Está rodeado por pequeñas casitas de madera y la entrada da a una calle todavía sin asfaltar.
El Dojo se va desarrollando. HIKITSUCHI Sensei da clases a los numerosos estudiantes de las escuelas, vestidos con sus trajes sobrios y con sus pequeños gorros. Es el uniforme que los estudiantes llevaban ya durante la época Meiji y que no ha cambiado.
HIKITSUCHI Sensei recibe la misión de dar a conocer el Aikido de O'Sensei al mayor número posible de personas, haciendo demostraciones en los lugares más variados, cursos en las escuelas, salas municipales, en el recinto de los templos.
A veces HIKITSUCHI Sensei es invitado para que realice él sólo una demostración de sable y una ceremonia de purificación. Fue entonces, en la parte separada de una santuario, HIKITSUCHI Sensei, que es octavo dan de Iaido, ejecuta con el sable una impresionante serie de kata.
Esta es la vida de HIKITSUCHI Sensei, marcada por el ritmo de las distintas ceremonias según las estaciones, por las demostraciones, los viajes que lleva a cabo a lo largo de los años. La frontera del tiempo, como una constante de lo inmutable y lo no permanente, no existe ya entre lo que era hace más de 20 años en Shingu y lo que es hoy en día.
Pero algunos negros nubarrones aparecen en el horizonte de su vida y es a principios de 1.988 cuando estalla el trueno de una noticia alarmante.
Los médicos detectan a HIKITSUCHI Sensei el principio de una terrible enfermedad que le aflige y le hace adelgazar. Cada vez se siente con menos fuerzas para llevar a cabo sus actividades. Decide operarse durante el mes de agosto.
A partir de este momento es como si el dojo entrase en tinieblas, en una especie de eclipse. Las personas están tristes y aunque los entrenamientos de Aikido siguen realizándose, falta el corazón.
Después de tres meses de convalecencia en el hospital de Osaka, Hikitsuchi Sensei vuelve a su casa para aprender a vivir casi como antes. Con gran sorpresa por parte de todos, retornara al entreno de Aikido a principios del año 1989, va recuperando fuerzas y todo parece ir bien.
Pero en octubre de 1989 aparecen nuevos síntomas inquietantes que hacen temer una nueva recaída. Pasan los primeros meses de 1.990, ha adelgazado mucho y su salud es preocupante. Durante el mes de junio los médicos no le dan más de tres días de vida si no se opera enseguida y durante 48 horas nadie puede decir si HIKITSUCHI Sensei pasará este trance y saldrá de la fase crítica.
Mientras tanto en Francia y Suiza los alumnos que han trabajado con él o en su dojo están al corriente de lo que ocurre y una gran oleada de buenos pensamientos y de deseos de un pronto restablecimiento le reconforta y sostiene desde lejos.
Todos preguntan por él y piensan que la situación mejora.
Un mes después, a finales de julio, HIKITSUCHI Sensei se halla de nuevo en su dojo y vigila el entrenamiento de los franceses que realizan un curso en Shingu. Y todos constatan al cabo de un mes de la segunda operación, una mejora. HIKITSUCHI Sensei enseña otra vez y una nueva energía habita en el dojo, con el entusiasmo de los alumnos y de los veteranos del dojo.
La Elección de O´Sensei
"Te lo he dado todo, Michio San,
Hoy te doy el 10º dan.
¡Agárrate!".
Morihei UESHIBA
La elección de O'Sensei Morihei UESHIBA es ante todo la elección del lugar, del alma y del corazón.
La elección del lugar, debido a que, por el hecho de haber nacido, O'Sensei se consideraba "Hijo de Kumano", ya que sus padres habían realizado varias peregrinaciones al Kumano Hongu de Taïsha, pidiendo el nacimiento de un hijo.
Durante toda su vida O'Sensei ira a Kumano, para orar, entrenarse y practicar el Aikido, en el marco incomparable de los santuarios naturales, de árboles milenarios, donde los templos se entrelazan con el bosque, con su arquitectura de madera virgen.
HIKITSUCHI Sensei habla fácilmente de sus recuerdos de los entrenos con O'Sensei. Son momentos que viven todavía en la memoria del cuerpo y del corazón. Cuando habla de ellos, a menudo su mirada es interior. No ha olvidado ninguno de los momentos pasados al lado de O'Sensei.
A veces O'Sensei despertaba a sus discípulos a media noche para entrenar y practicar el ken.
HIKITSUCHI Sensei cuenta: "Un día, en el mes de agosto de 1.957, hacia las 24 de la madrugada, O'Sensei me llamó al dojo. Allí estaba, sosteniendo un espléndido boken, regalo del doctor OKAWA Shimei. O'Sensei lo apreciaba mucho. Estaba allí, frente a él, sosteniendo un boken de madera de níspero, hecho por el propio O'Sensei.
Entonces O'Sensei me dijo: "atácame cuando quieras si ves el momento oportuno".
"Después de muchos movimientos hubo un momento en que comprendí, por el sentimiento y por el sonido que algo me había ocurrido. ¡Había curvado el boken de O'Sensei!".
"Y entonces él me dijo: "¡Basta ya!". El boken de O'Sensei estaba roto, ¡un buen trozo de la punta! Empecé a buscar el trozo por todas partes, sin encontrarlo.
De repente, O'Sensei me dijo: "¿qué buscas? ¿es eso? Y diciendo esto, saca del interior de su chaqueta el trozo de boken, que había tocado exactamente el sitio de su corazón!".
La vida de HIKITSUCHI Sensei no es un largo río tranquilo. Discípulo próximo de O'Sensei. Personaje fuera de lo común, tan profundamente Japonés, su vida entera, marcada por los duelos y el dolor de pruebas físicas y morales intensas. Cuando O'Sensei le dice al otorgarle el 10º dan: "¡Agárrate, Michio San! es con una premonición de las pruebas que deberá afrontar.
No es 10º dan el que quiere serlo. Es el resultado de los años pasados junto a O'Sensei, divididos entre momentos de intensa emoción pero también años de sacrificios. Durante todos estos años HIKITSUCHI Sensei estará siempre al lado de O'Sensei cada vez que vendrá a la región de Kumano. El hecho de estar cerca de él, seguirle en sus viajes, ayudarle a subir las escaleras del templo, todos estos detalles y atenciones enraizarán una relación de corazón a corazón, una manera simbiótica de recibir una verdadera educación.
El 9 de enero de 1969 (Showa 44), durante el último viaje a la región de Kumano que él tanto quería, O'Sensei convoca a 5 testigos, uno de ellos era el señor KUBOKATSU, el primero de sus fieles alumnos de Shingu. Dice entonces a HIKITSUCHI Sensei: "Michio San, te lo he dado todo, todo lo que sabía, hoy te doy el 10º dan ¡Agárrate!".
Con la voz llena de emoción HIKITSUCHI Sensei recuerda esos momentos como si hubiesen ocurrido ayer.
"O'Sensei era para mi un maestro insustituible. Era también mi padre. Mientras vivía creí que había entre nosotros un profundo vínculo que debía existir ya antes de nacer. Cuando me acuerdo, me embarga una gran gratitud hacia O'Sensei. Nunca olvidaré estos momentos".
Tampoco podré olvidar las últimas horas vividas al lado de O'Sensei durante las últimas semanas de su vida en abril de 1969.
Durante todo un mes, HIKITSUCHI Sensei estará al lado de su Maestro, ayudándole en las oraciones, cuidando de él en todo momento.
El 25 de abril parece que O'Sensei se encuentra mejor, y tranquilizado, HIKITSUCHI Sensei regresa a su casa en Shingu.
Pero al día siguiente le llaman por teléfono desde el Hombu Dojo en Tokio para darle la noticia: O'Sensei ha marchado para reunirse con sus antepasados. Era el 26 de abril de 1969 a las 5 horas de la mañana.
Poco antes de morir O'Sensei había dejado escrito en su testamento la misión de HIKITSUCHI Sensei: continuar con la enseñanza del Aikido, cuidar con solicitud el Nidaï Doshu y vigilar que los altos grados sean otorgados por su hijo Doshu Kisshomaru UESHIBA y por HIKITSUCHI Sensei.